2. El miedo a la realidad
A todo esto se añade el miedo general a la realidad. Nosotros, los «carapálidas», lo sentimos todos, aun cuando sólo muy raramente – y nunca la mayoría – tengamos conciencia de ese miedo. Es la debilidad psíquica del hombre tardío de las culturas superiores, aislado en sus ciudades del cultivo de la tierra materna y con ello de la vivencia natural del destino, el tiempo y la muerte. Se ha hecho demasiado despierto, se ha acostumbrado a la perpetua meditación sobre el ayer y el mañana y no soporta lo que ve y tiene que ver forzosamente: la marcha implacable de las cosas, el azar sin sentido, la historia real con su tránsito sin piedad a través de los siglos. En todo lo cual el individuo, con su minúscula vida privada, está irrevocablemente insertado desde que ha nacido en un lugar determinado. Esto es lo que el individuo quisiera olvidar, rebatir y negar. Huye de la historia y busca refugio en la soledad, en sistemas imaginarios ajenos al mundo; en una fe cualquiera...
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