A todo honor: 10

Capítulo X 10 Pág. 10 de 11 A todo honor Felipe Trigo Era la siesta. La dueña de la casa, para complacer al melómano insaciable oyéndola cantar, hacía que, una vez terminado el almuerzo, a él y a doña Fernanda y a ella les sirviesen el café en esta sala del piano. La monja ya no estaba hacía ocho días. Luis fortalecíase hacía ya quince matando por la dehesa codornices. Es decir, llenábase de pletora de vida -pues no se había encontrado tan fuerte jamás, con el régimen de campo y los mimos y cuidados de ex enfermo. Cazaba por las mañanas, y paseaba al ponerse el sol, con su madre y con Inés. En cambio, después del almuerzo y la cena, para evitarle el sol fuerte de la siesta y el relente de las noches, la buena madre veía con gusto estos larguísimos conciertos que le ofrecía la buena amiga. Sino que en las siestas, no solía D.ª Fernanda prestarles todo el tiempo compañía. Normalizada en confianza la vida de los tres, y ella sintiendo la...

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