Ana Karenina II: Capítulo XXIV

Ana KareninaSegunda parte: Capítulo XXIV de León Tolstoi Cuando Vronsky había mirado el reloj en la terraza de los Karenin estaba tan perturbado y tan absorto en sus pensamientos que había visto las manecillas, pero no reparó en la hora que era. Salió a la calle y, con cuidado para no ensuciarse con el barro que cubría el suelo, se dirigió a su coche. El recuerdo de Ana llenaba hasta tal punto su imaginación que no se daba cuenta de la hora ni de si tenía o no tiempo de ver a Briansky. Como sucede a menudo, no le quedaba sino un sentido instintivo de lo que tenía que hacer, sin que la reflexión entrase en ello para nada. Se acercó al cochero, que dormitaba a la sombra ya oblicua de un frondoso tilo, miró la nube de mosquitos que volaban sobre los caballos cubiertos de sudor y, después de haber despertado al cochero, saltó al carruaje y le ordenó que se dirigiese a casa de Briansky. Sólo después de recorrer unas siete verstas se recobró, miró el reloj, vio que...

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