Ana Karenina IV: Capítulo XXIII
Ana KareninaCuarta parte: Capítulo XXIII
de León Tolstoi
La herida de Vronsky era peligrosa y, aunque la bala no había alcanzado el corazón, el herido estuvo varios días luchando entre la vida y la muerte.
Cuando pudo hablar por primera vez, únicamente Varia, la mujer de su hermano, estaba junto al lecho.
–Varia –dijo él, mirándola con gravedad–: el arma se me disparó por un descuido. Te ruego que no me hables nunca de esto. Y dilo a todos así. Otra cosa sería demasiado estúpida.
Varia, sin contestarle, se inclinó hacia él y le miró a la cara con una sonrisa de contento. Los ojos de Vronsky eran ahora claros, sin fiebre, pero en ellos se dibujaba una expresión severa.
–¡Gracias a Dios! –exclamó Varia–. ¿Te duele algo?
Y Vronsky indicaba el pecho.
–Un poco aquí.
–Voy a anudarte mejor la venda.
Vronsky, en silencio, apretando con fuerza las recias mandíbulas, la miraba mientras ella le arreglaba el vendaje. Cuando terminó, Vronsky dijo:
–Oye:...
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