Arte gótico

Arquitectura

La arquitectura gótica nació en la Île-de-France y en Normandía a mediados del s. XII, y se extendió por Europa durante los ss. XIII y XIV. En su evolución suelen distinguirse tres períodos: gótico primitivo o de transición, pleno o radiante, y tardío, conocido también como florido o flamígero. La idea de lo sobrenatural, tan arraigada en la Edad Media, llegó a su máxima expresión con la catedral, edificio gótico por excelencia y «símbolo del reino de Dios sobre la Tierra». Para su construcción, y con el fin de concebir un espacio estético a imagen de la «Ciudad Celestial», los artífices se sirvieron de elementos arquitectónicos (como la bóveda de crucería y el arco apuntado) ampliamente representados en el románico y en los períodos de transición cisterciense y cluniacense, y del descubrimiento de innovaciones técnicas. Los espacios cerrados del románico se transforman en estructuras elevadas de gran verticalidad. Se sustituyó la pesada bóveda de cañón, soportada por gruesos muros, por la de crucería contrarrestada por pilares, a los que se añadieron pequeñas columnas, molduras y baquetones que recogieron el empuje de los nervios. Este tipo de construcción redujo los muros y permitió situar los soportes extremos de la construcción (contrafuertes) fuera del perímetro de la iglesia. A partir de estos cambios en la estructura general del edificio se obtuvieron grandes tramos de pared en los que se introdujo un nuevo elemento, primordial en la concepción de la catedral gótica: la vidriera. La idea de transformar las paredes opacas de la iglesia románica en grandes superficies traslúcidas estuvo reforzada por los pensadores de la Edad Media, para quienes «la luz era la manifestación más directa de Dios». Este principio filosófico pervivió en los hombres del gótico, quienes lo materializaron con la creación de grandes ventanales. Realizados con cristales de colores, a través de ellos penetraba en el interior del edificio una luz tamizada que daba al espacio aspecto sobrenatural. Los grandes rosetones góticos situados a los pies de la iglesia son a su vez fuente de luz coloreada que inunda el ámbito de la catedral. Aunque en su planta y alzado las catedrales góticas presentan formas muy diversas, poseen ciertas características comunes. Por lo general son iglesias de tres o cinco naves, provistas de transepto y girola con capillas radiales. La nave central es más elevada que las laterales y posee cinco puertas de acceso, dos en los muros de crucero y tres a los pies, donde también se alzan dos torres coronadas por pináculos que limitan la fachada. Desde el punto de vista arquitectónico, la catedral gótica se caracteriza por una interpenetración total de los elementos que la componen. Ejemplo de ello es la articulación estética de los pilares fasciculados, que a la vista del visitante se muestran como los pliegues de inmensos ropajes pétreos que descienden desde lo alto de la bóveda hasta el suelo. Fruto de la expansión económica y de los cambios sociales de esta época fue el resurgimiento de una arquitectura urbana que se plasmó en edificios civiles como lonjas, casas gremiales, ayuntamientos, palacios, hospitales, etc.

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