Así paga el diablo: 08
Capítulo VIII 08 Pág. 08 de 09 Así paga el diablo Felipe Trigo Había dormido Juan muy mal. Hacia Casilda sentía la profundísima piedad del juez por su condenado a muerte. Piedad tardía..., una vez firmada la sentencia -y la sentencia era aquella carta que ya estaría quizás en el hotel... ¡Cerraba los ojos, por no figurarse la tragedia! Durante la noche halló oportuno requerir esta mañana amistosamente a Victorino, puesto que en su acusación le aludía, forzándole a una directa intervención en el asunto. Por eso iba camino de su casa, calle del Pez. Llegó, y se lo encontró durmiendo, aunque eran cerca de las nueve. -Oye, Victorino. Sería tonto que te ocultase lo de ayer, ya que has de saberlo, y ya que, además, tú estás en la pista de todo por mi consulta de Fornos. En efecto, el secretario del cuento soy yo..., y la mujer de Garona, la duquesa. Ayer, ya viste... Se interrumpió. Con el fin de puntualizar nuevamente la historia. Se la refirió...
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