Caballería maleante: 6
Caballería maleante Capítulo VI
de Joaquín Dicenta
-¡Vaya un encuentro! -suspiró Manolo apenas quedó a solas con la mujer en la habitación donde ésta le condujo-. Echa el cerrojo, criatura. Es decir, no; no lo eches. Esa fiera puede oírlo chirriar, y enfadarse y forzar la puerta a balazos. ¡Melgares!... ¡Bien pudo el alcalde advertirme!...
-No viene casi nunca. Pa cuatro meses va, que no aporta por esta casa. Menos mal que ha venío solo. ¡Si llega a acompañarle el del Borge! Pué que a estas horas estuvieses hecho pacayal.
-¡Aún es tiempo! Melgares...
-Conforme le da. Hoy parese que trae buen vino.
-Haga mi suerte que no se le cambie al fermentar.
-¿Tiemblas?
-El tropiezo no es para otra cosa. Claro; a vosotras, los hombres de esa condición os encantan.
-A mí, no. A Mariquilla, sí. Pero déjate de paseos. Desnúdate y descansa unas miajas.
-¿Qué estás diciendo?... ¡Puede que tuvieses valor!... No, hija de mi vida; imposible. Duerme, si puedes, tú....
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