Caballería maleante: 7

Caballería maleante Capítulo VII de Joaquín Dicenta El sueño venció al miedo tras largo y empeñado combate, y Manolo se durmió encima de la silla, con los pies sobre los travesaños y las manos oprimiendo nerviosamente la cartera donde guardaba los billetes. Dormido quedó, y ojalá nunca se durmiese. Fue el sueño más angustioso que la vela. Durante el sueño imaginó, ¡qué imaginar!, vio los hechos como si fueran plena realidad; vio que Mariquilla, aprovechando una distracción del poeta, echaba en su copa unos polvos. ¿Narcótico?... ¿Veneno?... Esto lo ignoraba Manolo. Lo cierto era que sus ojos se fueron entornando y sus miembros agarrotando tal como si muerto estuviera. Sólo que oía y escuchaba. Oyó primeramente que Melgares, no el que estaba con Mariquilla, otro Melgares gigantesco que tocaba con su cabezota a las nubes, preguntaba con voz de ogro ayuno a la Guarnición que se había vuelto completamente bruja: -¿Está ése en la puerta? -Sí...

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