Cuervo (Clarín): 08
Capítulo VIII 08 Pág. 08 de 11 Cuervo (Clarín) Leopoldo Alas Las tristes escenas y lances que precedían a la defunción eran menos interesantes para Cuervo que los lances y escenas que venían después. No obstante, algo había a veces, anterior a la consumación de la desgracia, que le parecía de perlas: era lo que él llamaba la noche del aguardiente. Con el ojo certero que todos le reconocían anunciaba siempre cuál sería la última noche, y aquélla la pasaba él en vela en casa del paciente. Dos condiciones exigía: que se acostasen los de la familia, y aguardiente y pitillos a discreción. Si alguna persona muy allegada al enfermo se empeñaba en velar también, don Ángel, o se marchaba o dividía a la gente en dos secciones, y él se iba con los que se quedaban, por si ocurría algo, a una habitación lejana, que cerraba por dentro. Lo mejor era que aquella noche no velasen ni esposo, ni padre, ni hijos, ni demás parientes cercanos. Entonces sí que...
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