De tal palo, tal astilla:22
De tal palo, tal astillaCapítulo XXII: La hoguera de San Juan de José María de Pereda Cuando entraban las dos hermanas en el portal de don Sotero, ya corrida media tarde, llegaba a la brañuca de la iglesia el primer carro cargado de rozo destinado a la hoguera de aquella noche. Media hora después llegó otro más, y tumbó su talumba sobre la del anterior, ya tendida en el suelo. Entonces subió el campanero a la espadaña, y apenas se oyó en el pueblo su primer repique, lanzó al espacio el mayordomo del santo hasta media docena de cohetes de las ocho o diez cabales que había adquirido para quemarlas en honor del glorioso patrono, entre el día de la fiesta y sus preludios solemnes; a cuyos seis estampidos (y ya se deja ver con este dato que los cohetes no eran de los mejores) el maestro dio por terminada la escuela en aquel día y puso en libertad a los muchachos. Corrieron los más talludos al campanario, y los rapazuelos a contemplar el rozo amontonado, y a tirar...
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