Dos mujeres: 20
Capítulo XIX 20 Pág. 20 de 34 Dos mujeres Gertrudis Gómez de Avellaneda La malignidad y la envidia que persiguen con preferencia a las personas elevadas y brillantes, así como, según observaba un poeta, el rayo busca siempre las torres; debían aplaudirse de la imprudencia de la condesa, que, justificando en cierto modo los juicios desventajosos que de ella se formaban, parecía renunciar a todo miedo de defensa y entregarse como una víctima resignada. Sin embargo, como nunca había sido más prodiga de sus riquezas, más franca y alegre que entonces, los mismos que destrozaban sin piedad su reputación, buscaban ansiosamente sus placeres, y, aunque se aumentaba cada día el número de sus enemigos, crecía también el de sus aduladores. La maledicencia es como un perro cobarde, que ladra de lejos al que se le acerca en ademán de desprecio y que se arroja y ensaña sobre el que le huye temeroso. Elvira, a cuyos oídos llegaban cada día las hablillas que...
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