El capitán Veneno - 4

Parte Cuarta: De potencia a potencia de Pedro Antonio de Alarcón I - DE CÓMO EL CAPITÁN LLEGÓ A HABLAR SOLO Quince días después del entierro de doña Teresa Carrillo de Albornoz, a eso de las once de una espléndida mañana del mes de las flores, víspera o antevíspera de San Isidro, nuestro amigo el Capitán Veneno se paseaba muy de prisa por la sala principal de la casa mortuoria, apoyado en dos hermosas y desiguales muletas de ébano y plata, regalo del Marqués de los Tomillares; y, aunque el mimado convaleciente estaba allí solo, y no había nadie ni en el gabinete ni en la alcoba, hablaba de vez en cuando a media voz, con la rabia y el desabrimiento de costumbre. -¡Nada! ¡Nada!... ¡Está visto! -exclamó por último, parándose en mitad de la habitación-. ¡La cosa no tiene remedio! ¡Ando perfectísimamente! ¡Y hasta creo que andaría mejor sin esos palitroques! Es decir, que ya puedo marcharme a mi casa... Aquí lanzó un gran resoplido, como si suspirase a...

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