El conde de Montecristo: 2-14
El conde de MontecristoSegunda parte: Simbad el MarinoCapítulo 14
de Alejandro Dumas
Capítulo catorceEl carnaval en Roma
Al recobrar Franz el conocimiento encontró a Alberto bebiendo un vaso de agua, juzgando por su palidez lo conveniente de aquella acción, y al conde vistiéndose ya de payaso. Arrojó maquinalmente una mirada a la plaza. Todo había desaparecido, patíbulo, verdugos, víctimas, no quedaba más que el pueblo azorado, alegre, bullicioso. La Campana de Montecitorio, que no se tocaba más que para la muerte del Papa y la apertura de la mascarada, repicaba velozmente.
-Y bien -preguntó al conde-, ¿qué ha pasado?
-Nada, absolutamente nada -dijo-, como veis, pero el Carnaval ha comenzado, vistámonos pronto.
-Es cierto -respondió Franz al conde-; sólo restan de tan horrible escena las huellas de un sueño.
-Pues no es otra cosa que un sueño, lo que habéis tenido.
-Sí, pero, ¿y el condenado?
-También. Pero él ha quedado dormido, al paso que vos habéis...
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