El Terror de 1824 : 10

El Terror de 1824 : 10 de Benito Pérez Galdós Elenita se quedó sola en la calma y silencio de la casa, apenas interrumpidos por los cantorrios de la criada que chillaba en la cocina acompañándose con el almirez. La desgraciada joven, más infeliz que todas las mujeres nacidas, según su propio parecer, reanudó su trabajo de coser puntillas, el cual, si no ponía la artífice gran atención, había de salir muy imperfecto. No iba a las mil maravillas la obra, por cuya razón Elena deshacía con frecuencia lo hecho, tornando a empezar. A ratos aparecían entre la delicada tela de araña algunas lágrimas que se quedaban temblando en los menudos hilos negros, como insectos de diamantes cogidos en una red de pelo. A ratos los suspiros de la obrera hacían moverse y volar los pedazos más pequeños, que se remontaban en busca de otros climas. Frecuentemente se picaba Elenita con la aguja, y muy a menudo...

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