El Terror de 1824 : 23

El Terror de 1824 : 23 de Benito Pérez Galdós Prolongábase el silencio de ambos cuando se abrió la puerta del calabozo y entraron dos personas: el carcelero y el padre Alelí. Acostumbraba el buen sacerdote visitar a los presos para consolarles u oírles en confesión, y frecuentemente pasaba largos ratos con alguno de ellos hablando de cosas festivas, con lo cual se amenguaban las tristezas de la cárcel. Era el padre Alelí un varón realmente santo y caritativo: su bondad se mostraba en dos especies de manías: dar almendras a los muchachos de las calles y palique a los presos. Parecía que unos y otros eran su familia y que no podía vivir sin ellos. Con su fórmula de costumbre saludó a nuestros dos infortunados amigos, que apenas distinguían en la lobreguez del cuarto la escueta figura blanca del fraile, vaga, semi-fantástica, cual un capricho de la oscuridad para engañar a los ojos. El padre...

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