Epístola (Rubén Darío)

Epístola de Rubén Darío A la señora de Leopoldo Lugones I Madame Lugones, J'ai commencé ces vers en écoutant la voix d'un carillon d' Anvers... ¡Así empecé, en francés, pensando en Rodenbach cuando hice hacia el Brasil una fuga... de Bach! En Río de Janeiro iba yo a proseguir, poniendo en cada verso el oro y el zafir y la esmeralda de esos pájaros-moscas que melifican entre las áureas siestas foscas que temen los que temen el cruel vómito negro. Ya no existe allá fiebre amarilla. ¡Me alegro! Et pour cause. Yo pan-americanicé con un vago temor y con muy poca fe en la tierra de los diamantes y la dicha tropical. Me encantó ver la vera machicha, mas encontré también un gran núcleo cordial de almas llenas de amor, de ensueños, de ideal. Y si había un calor atroz, también había todas las consecuencias y ventajas del día, en panorama igual al de los cuadros y hasta igual al que pudiera imaginarse... Basta. Mi ditirambo brasileño es...

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