Ferroviaria

23/09/2010 946 Palabras

Pero a nadie admirábamos tanto como a Andrés, que saltaba siempre el último. —¡Joto el que brinque primero! —gritaba Esteban cuando el tren daba los primeros tirones y volvía a detenerse y la máquina pitaba y sacaba humo y volvía a arrancar, a tropezones, como si no fuera a agarrar fuerza nunca. Y los demás repetíamos el grito desde las puertas de los vagones de carga donde nos escondíamos. Adela se tiraba siempre primero, porque decía que al fin y al cabo nosotras éramos mujeres. Brincábamos a veces todavía en la estación, antes de que los pinos comenzaran a pasar cada vez más aprisa. Luego iban saltando ellos. Rodaban por el talud cubierto de agujas de abeto y se alzaban sacudiéndose, con la mirada fija en el vagón donde Andrés se asomaba esperando que todos se hubiesen tirado para ser siempre el último. Todos volvíamos corriendo; Andrés regresaba caminando por la vía. Todos nos admirábamos de lo recio que iba el tren; todos perdíamos el aliento....

This website uses its own and third-party cookies in order to obtain statistical information based on the navigation data of our visitors. If you continue browsing, the acceptance of its use will be assumed, and in case of not accepting its installation you should visit the information section, where we explain how to remove or deny them.
OK | More info