Grandes esperanzas: 08

01/10/2012 5.707 Palabras

Grandes esperanzas de Charles Dickens Capítulo VIII La vivienda del señor Pumblechook, en la calle Alta de la ciudad, tenía un carácter farináceo e impregnado de pimienta, según debían ser las habitaciones de un tratante en granos y especias. Me pareció que sería hombre muy feliz, puesto que en su tienda tenía numerosos cajoncitos, y me pregunté si cuando él contemplaba las filas de paquetes de papel moreno, donde se guardaban las semillas y los bulbos, éstos, aprovechando un buen día de sol, saldrían de sus cárceles y empezarían a florecer. Eso pensé muy temprano a la mañana siguiente de mi llegada. En la noche anterior, en cuanto llegué, me mandó directamente a acostarme en una buhardilla bajo el tejado, que tenía tan poca altura en el lugar en que estaba situada la cama, que sin dificultad alguna pude contar las tejas, que se hallaban a un pie de distancia de mis ojos. Aquella misma mañana, muy temprano, descubrí una singular afinidad entre las semillas...

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