La barca abandonada: 3
none Pág. 3 de 4 La barca abandonada Vicente Blasco Ibáñez El patrón manejaba la barra con el cuidado de quien tiene toda su fortuna pendiente de una mala virada. Una nubecilla blanca se desprendió del vapor y oímos el estampido de un cañonazo. Como no vimos la bala, comenzamos a reír satisfechos y hasta orgullosos de que nos avisasen tan ruidosamente. Otro cañonazo; pero esta vez con malicia. Nos pareció que un gran pájaro estaba silbando sobre la barca, y la entena se vino abajo con el cordaje roto y la vela desganada. Nos habían desarbolado, y al caer el aparejo le rompió una pierna a un muchacho de la tripulación. Confieso que temblamos un poco. Nos veíamos cogidos, y, ¡qué demonio!, ir a la cárcel como un ladrón por ganar el pan de la familia, es algo más temible que una noche de tormenta. Pero el patrón de El Socarrao es hombre que vale tanto como su barca: «Chicos, eso no es nada. Sacad la vela nueva. Si sois listos, no os cogerán.» No...
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