La conquista del Everest

La cumbre desconocida

Budistas y molinillos de oración en Katmandú.

Durante miles de años, los habitantes del nortede la India contemplaron en el horizonte una gran pirámide blanca que se elevaba sobre el resto de la cadena del Himalaya. Los tibetanos la llamaban Chomolongma, lo que en su idioma viene a significar «diosa madre del país»; los nepalíes la conocían, en cambio, como Sagarmatha, «el que tiene la cabeza en el cielo», y aseguraban que en su cima moraban las divinidades budistas. Para el resto del mundo, la existencia de la montaña fue una incógnita hasta que, a mediados del siglo XIX, los topógrafos ingleses del Trigonometrical Survey of India la descubrieron mientras medían las llanuras del norte de la península. Una vez analizados los datos de campo, comprobaron que lo que provisionalmente habían denominado pico XV sobrepasaba los 8.800 metros de altitud, y que representaba, por tanto, la mayor altura sobre el nivel del mar conocida en el planeta. El descubrimiento merecía un nombre propio, y sir Andrew Waugh, director por entonces de los equipos topográficos ingleses en la colonia, decidió otorgarle el de su predecesor en el cargo, sir George Everest. Corría el año de 1856 y acababan de nacer al mismo tiempo un reto y una leyenda.

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