La Regenta:X

La Regenta - Capítulo X de Leopoldo Alas A las ocho en punto, la berlina de la Marquesa venía arrancando chispas por las mal empedradas calles de la Encimada; llegaba a la Plaza Nueva y se detenía delante del caserón arrinconado. La Marquesa, de azul y oro, luciendo asomos de encantos que fueron, hoy mustios collados, con las canas teñidas de negro y el tinte empolvado de blanco, entraba en el comedor de la Regenta abriendo puertas con estrépito. -¿Cómo? ¿qué es esto? ¿no te has vestido? -¡Qué terca! -exclamó Paquito, que acompañaba a su madre. Don Víctor inclinó la cabeza y encogió los hombros, dando a entender que no era responsable de aquella terquedad. «Él, sí, estaba dispuesto». En efecto, se abrochaba los guantes y lucía su levita de tricot muy ajustada. Ana sonrió a la Marquesa. -Pero, señora, si es una locura. ¿Por qué se ha molestado usted? -¿Cómo locura? Ahora mismo te vas a vestir. Pues ya que me he molestado, como tú dices, no...

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