La tía Tula:XX

La tía Tula de Miguel de Unamuno Logró sacar a su sobrino de aquellas veleidades ascéticás y se puso a vigilarle, a espiar la aparición del primer amor. «Fíjate bien, hijo –le decía–, y no te precipites, que una vez que hayas comprometido a una no debes dejarla...» –Pero, mamá, si no se trata de compromisos... Primero hay que probar... –No, nada de pruebas; nada de esos noviazgos; nada de eso de «hablo con Fulana». Todo seriamente... En rigor la tía Tula había ya hecho, por su parte, su elección y se proponía ir llevando dulcemente a su Ramirín a aquella que le había escogido, a Caridad. –Parece que te fijas en Carita–le dijo un día. –¡Pse! –Y ella en ti, si no me equivoco. –Y tú en los dos, a lo que parece... –¿Yo? Eso es cosa vuestra, hijo mío, cosa vuestra... Pero les fue llevando el uno al otro, y consiguió su propósito. Y luego se propuso casarlos cuanto antes. «Y que venga acá –decía– y viviremos todos juntos, que hay sitio...

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