Los Apostólicos : 10

Los Apostólicos : 10 de Benito Pérez Galdós Vieron la casa toda, que la señora encontró más pequeña de lo que creía y bastante oscura en lo interior. Después Sola, que no había tenido tiempo de echarse un mantón por los hombros, ni aun de quitarse el delantal, que era su librea de gala por las mañanas, acompañó a la señora a la sala para que descansase y le pidió indulgencia por el mal pergenio con que la recibía. Considerándose ella como una especie de ama de gobierno más bien que como dueña de la casa, su posición frente a la otra era, en verdad, un poco desairada. Pero no le importaba nada ser allí un poco más o menos señora, y sentándose a cierta distancia de la visitante, esperó a que Crucita o el mismo D. Benigno vinieran a relevarla de su señorío provisional. Crucita se había encerrado en el gabinete para colgar las jaulas y echar agua a...

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