Los Apostólicos : 20

Los Apostólicos : 20 de Benito Pérez Galdós Jenara no pudo dormir en el abominable camastrón que le destinara doña María del Sagrario, el cual estaba en un cuarto más grande que bonito, todo blanco, todo frío, todo triste, con alto ventanillo por donde venían mayidos y algazara de gatos. Al amanecer pudo aletargarse un poco, y en su desvariado sueño creía ver a D. Felicísimo hecho un demonio, ora volando, montado en su pluma, ora descuartizando gente con la misma pluma, en cuchillo convertida. La casa se le representaba como un lisiado que suelta sus muletas para arrojarse al suelo, y allí eran el crujir de tabiques, el desplome de paredes, la pulverización de techos, y las nubes de polvo, en medio del cual, como ave rapante, revoloteaba D. Felicísimo llorando con lúgubre graznido, mientras los demás habitantes de la casa se asfixiaban sepultados entre cascote y astillas. Al despertar sin haber hallado...

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