Los Apostólicos : 32

Los Apostólicos : 32 de Benito Pérez Galdós Todos los manipuladores de aquella intriga se agitaban mucho, pero ninguno como Pipaón, el correveidile de Calomarde, el que tan pronto llevaba un recado al embajador de Nápoles, caballero Antonini, como un papelito al Padre Carranza para que lo diera a las infantas. Cuando el barullo cesó en los salones y empezó a reinar un poco de sosiego, el bueno de Bragas retirose con Calomarde y Carranza a una pieza lejana donde estuvieron charlando acaloradamente y revolviendo papeles y haciendo números hasta por la mañana. Cuando amaneció tenía la augusta cabeza tan caldeada por el hervir de ideas y proyectos que en aquella cavidad bullían, que juzgó prudente no acostarse y salir a los jardines para dar algunas vueltas. Largo rato estuvo recorriendo alamedas y bosquecillos de tallado mirto, pero sin parar mientes en la hermosura de la Naturaleza en tal hora, porque su ambición ocupaba...

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