Los Apostólicos : 8

Los Apostólicos : 8 de Benito Pérez Galdós A pesar de su amor a la vida inalterable y metódica, D. Benigno no veía con gusto que transcurriese el tiempo sin traer cambios o novedades en su existencia. Es que se había amparado del alma del héroe cierto desasosiego o comezoncilla que le sacaba a veces de su natural índole reposada. A menudo se ponía triste, cosa también muy fuera de su condición, y sufría grandes distracciones, de lo que se asombraban los parroquianos, los amigos y el mancebo. En la casa no había más variaciones que las que trae consigo el tiempo: los muchachos crecían, los pájaros se multiplicaban, los gatos y perros se rodeaban de numerosa y agraciada prole, Crucita gruñía un poco menos y Sola había engrosado un poco más. De todos los amigos de Cordero el más querido era el buen padre Alelí, de la orden de la Merced, viejísimo, bondadoso, campechano. Era de...

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