Los Cien Mil Hijos de San Luis : 14
Los Cien Mil Hijos de San Luis : 14
de Benito Pérez Galdós
Yo me puse pálida. Comprendí de quién hablaba Pipaón, pero no me atreví a decir una palabra, por hallarse delante el entrometido y curioso Calomarde, gran coleccionador de debilidades ajenas. Varié de conversación, aguardando, para saciar mi afanosa curiosidad, a que D. Tadeo se marchase; pero el pícaro había conocido en mi semblante la turbación y ansiedad que me dominaban, y no se quería retirar. Parecía que le habían clavado en la silla. ¡Ay qué gusto tan grande poder coger un palo y romperle con él la cabeza!... ¡Qué pachorra de hombre!
Quise arrojarle con mi silencio; pero él era tan poco delicado que conociendo mi mortificación, se arrellanaba en el blando asiento como si pensara pasar allí el día y la noche. Pipaón con su expresivo semblante me decía mil cosas, que no podía yo...
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