Memorias de la casa de los muertos. Cap VI - Los animales domésticos del penal

La compra de Gniedko,[1] un caballo bayo, que se verificó pocos días después, fue para los forzados una distracción mucho más agradable e interesante que la visita del elevado personaje de que acabo de hablar. En el penal teníamos necesidad de un caballo para transportar el agua, las basuras, etc. Un presidiario debía cuidarlo y conducirlo, bajo escolta, como es de suponer. A nuestro caballo no le faltaba trabajo desde por la mañana hasta la noche; era un magnífico animal, aunque ya en decadencia porque llevaba muchos años de servicio. Cierto día, la víspera de San Pedro, Gniedko, que llevaba una cuba de agua, cayó y murió a los pocos minutos. Los penados, hondamente conmovidos, rodearon el cuerpo exánime de la pobre bestia, comentando y discutiendo su muerte. Los que habían servido en caballería, los gitanos, los albéitares y otros, demostraban poseer profundos conocimientos sobre los caballos en general, y eran los que disputaban con más calor. Pero todo...

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