Memorias de la casa de los muertos. Cap VI - Los primeros meses
Cuando entré en el penal poseía una pequeña suma de dinero; pero encima no llevaba sino una cantidad insignificante, por temor de que me fuese confiscada. En el lomo y las cubiertas de la Biblia oculté algunos billetes de Banco. Aquel libro me lo habían regalado en Tóbolsk algunas personas desterradas allí desde hacía años, las cuales veían un hermano en cada desgraciado.
Existe en la Siberia no poca gente que consagra su vida a socorrer fraternalmente a los desgraciados, y tiene por ellos el mismo afecto que un padre para con sus hijos: su compasión es santa y enteramente desinteresada. No puedo por menos que hablar, aunque a la ligera, de alguna de esas almas caritativas.
Residía en la ciudad donde estaba situado nuestro penal una viuda, llamada Nastasia Ivánovna. Naturalmente, ninguno de nosotros estaba en relaciones directas con aquella mujer que había dedicado su vida a socorrer a los deportados y especialmente a nosotros los forzados. ¿Había ocurrido en su...
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