Memorias de la casa de los muertos. Cap VII - Nuevos conocidos Petrov

Pasaba el tiempo y poco a poco me iba acostumbrando a aquella vida. Las escenas que diariamente se desarrollaban ante mis ojos, no me afligían tanto: en una palabra, el presidio, sus moradores y sus costumbres me dejaban indiferente. Amoldarse a esta vida era imposible, pero yo la aceptaba como un hecho inevitable. Había arrinconado en lo más profundo de mi conciencia las inquietudes que me turbaban. No vagaba ya como extraviado en el recinto del penal ni me dejaba dominar por la angustia. Habíase atenuado la salvaje curiosidad de los reclusos, que no me miraban ya con la descarada insolencia del principio; yo era para ellos un ser insignificante, de lo cual me alegraba muchísimo. Paseaba por mi cuadra como por mi propia casa; encontraba fácilmente mi sitio a ojos cerrados o durante la noche y habituéme a cosas que hasta el pensarlas me hubiera parecido imposible. Todas las semanas invariablemente me hacía rasurar la cabeza. Nos llamaban el sábado al cuerpo de guardia, y a...

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