Memorias de la casa de los muertos. Cap VIII - Mis Camaradas

Naturalmente, los que me atraían más eran mis iguales, esto es, los nobles, especialmente en los primeros años de mi reclusión. Pero de los tres nobles rusos que había en nuestro penal -Akim Akímich, A-v, el espía y el que se tenía por parricida- sólo tenía tratos con Akim Akímich. A los otros no les hablaba siquiera. A decir verdad, sólo me dirigía a aquél por desesperación, en los momentos de tristeza más insoportables, cuando creía que no me hubiera podido acercar a ninguna otra persona. Akim Akímich constituía una categoría especial de forzados, la de los indiferentes, para los cuales es lo mismo vivir en libertad que condenado a trabajos forzados. Estos son, realmente, una excepción, y Akim Akímich el más vivo ejemplo de la misma. Habíase establecido en el penal como si allí hubiera de pasar toda su vida. Debía extinguir aún varios años de condena; pero aseguraría que no pensaba jamás en su liberación. Más que por buen corazón habíase amoldado...

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