Montes de Oca : 29

Montes de Oca Capítulo XXIX de Benito Pérez Galdós Cuando volvió a la capilla, que los ordenanzas habían arreglado en lo que se persigna un cura loco, poniendo en su lugar cada sagrado objeto, y la Dolorosa y el Cristo, encontró a Montes de Oca en el momento solemnísimo de oír su sentencia de muerte. Habíase vestido y acicalado con todo el esmero posible en la pobreza de su cárcel, y en su rostro grave y triste no se advertía ni temor ni arrogancia. Contaba ya con la muerte, y aceptábala sin creer que la merecía, como el coronamiento más digno de su desastre revolucionario. Vivir vencido con vilipendio no era muy airoso, y la noble causa que había defendido se sublimaba con la sangre de los que intentaron ser sus héroes. A la pregunta de si ampliar quería su declaración de la noche anterior, respondió que se confirmaba en ella. Se había sublevado contra el Gobierno, induciendo a paisanos y tropa a la rebelión, porque en conciencia creía que era su deber...

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