Muere Enrico Caruso

Un difícil comienzo napolitano

La tempestuosa relación entre Caruso y su ciudad natal se inició el año 1901, tras haber cantado un Elisir d’amore que causó asombro a la mayor parte del público, acostumbrado a otro estilo de canto mucho más blando y preciosista. Caruso quería interpretar el sentir de los compositores «modernos» de su época y aplicó su técnica verista —que tanto encanto restaría después al repertorio del más puro belcantismo— recibiendo las más duras críticas. Sus paisanos preferían la delicadeza del otro gran tenor napolitano, Fernando de Lucia, y atacaron la rudeza de Caruso. Con su versión del Elisir, Nemorino dejaba de ser el tímido aldeano enamorado y expresaba una vibración pasional desconocida. El público se asombraba de la inapropiada intensidad del arte de Caruso y reaccionaba, como ante todo lo nuevo, rechazándole. El gran tenor no lo olvidaría, y cuando se refería a Ñápoles, solía decir: «El pesebre es hermoso, pero los pastores apestan». Tal vez por eso, hasta 1963, cuarenta y dos años después de su muerte, Caruso no tuvo en la urbe napolitana una calle a su nombre, o una lápida en su casa natal.

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