Narváez : 6

22/10/2009 3.071 Palabras

Narváez Capítulo VI de Benito Pérez Galdós De mediano talante estuve toda la mañana, pues el grato efecto de la visita al Castillo se me convirtió en amargura viendo a María Ignacia muda y cavilosa, metida en sí, cual si una idea pesimista esclavizara su pensamiento. Sagaz observadora mi madre, al pasar junto a nosotros, murmuraba: «¡Cuando digo yo que hay demonios!». Con su sombría tristeza efectuaba María Ignacia una violenta reversión a los días pasados; se parecía más a mi novia que a mi mujer; creyérase que se le disipaba la recién adquirida gracia, y que se extinguían los chispazos de inteligencia, volviendo a imperar el mohín de niña vergonzosa y la desapacible estolidez de los días en que se me propuso el casorio. De sobremesa, se me antojó romper el silencio que mi mujer y yo guardábamos, convencido de que callando no íbamos a ninguna parte, y de que las explicaciones razonables disiparían aquella nube. Y antes de que yo dijese lo que decir...

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