Sancho Saldaña: 12

Capítulo XII 12 Pág. 12 de 49 Sancho Saldaña José de Espronceda Yo triunfaré de mi pasión insana, yo desde ahora aborrecerle quiero, le quiero aborrecer... ¡Oh! quién me diera desenclavar del corazón mi afecto. CIENFUEGOS. Safo, en la tragedia de Pitaco. La luna caminaba ya a occidente acompañada del lucero de la mañana, y todo estaba en silencio en el castillo de Cuéllar. Saldaña había ya vuelto de su parasismo, y sus heridas, aunque peligrosas, no habían sido declaradas mortales por los maestros. Un calmante le proporcionó algunas horas de sueño, y a la hora de la mañana descansaba de las fatigas de su combate con mucho placer del viejo Duarte y su favorito Jimeno, que se aprovecharon de este momento de reposo, el primero, para dormir, y el segundo, para vaciar algunas botellas de buen vino y refrigerarse al lado de su cuotidiana, como él llamaba a su concubina. No se oían los cantos ni las voces de los soldados, ninguna luz ardía en...

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