Superchería: 07
Capítulo VII 07 Pág. 07 de 10 Superchería Leopoldo Alas Comenzaron los prodigios. El doctor paseó por delante del concurso femenino, y, mientras sondeaba rápidamente la capacidad mental de aquellas buenas señoras, leyéndoles en ojos y gestos los grados de necedad probable, fingiose absorto en las advertencias que de camino exponía; y por fin se detuvo ante una dama muy gruesa, que escogió muy deliberadamente, aunque cualquiera hubiera creído pura casualidad el haberse detenido ante ella el italiano. Era una rica americana que, en compañía de su marido y varias hijas casaderas, vivía hacía algunos años en Guadalajara por acompañar a su hijo único, que estudiaba en la Academia. Su voz era meliflua, y luchaba, para producirse, con la inercia de la grasa. Era un alma de Dios y de guayaba; un terrón de bondad azucarada que se disolvía en sudores, pero oliendo a perfumes. -Esta señora -dijo el doctor en voz baja- me hará el obsequio de pensar... en...
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