Un cabello blanco

Un cabello blanco de Juan Arolas En la sublime Estambul, ciudad del adusto moro, la más rica en perlas y oro que acaricia el mar azul, reciben con el reflejo de sol luminoso baño ricas cúpulas de estaño, que hay en el serrallo viejo. Vive en cada rosa abierta de odorífero rosal, pura brisa matinal, que de su sopor despierta corre el pensil, y después que besó las flores que ama, murmura en flexible rama de piramidal ciprés. Acaban su largo sueño bajo bóvedas moriscas las hermosas odaliscas y su enamorado dueño: mientras vagan desvelados por el plácido recinto, con las dagas en el cinto los eunucos atezados, sombras feas y horrorosas que debieron a los celos vivir en aquellos cielos do respiran las hermosas. Del harem sólo un balcón, quitada la celosía, mece al soplo de aura fría su purpúreo pabellón: y detrás está Gulnara, la orgullosa favorita, luz del alba, flor bendita, luna llena, piedra rara; querida de Noredín,...

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