VII. Extravagancias de un genio

Muy joven aún, durante su primera etapa en Florencia, sufrió una profunda depresión, debido a que se veía demasiado buscado y solicitado por sus compatriotas, que le distraían de su trabajo. A ese período de pesimismo pertenece la terrible estampa que realizó del ahorcado Bandini, jefe del bando de los Pazzi, huido a Constantinopla y devuelto por aquella ciudad a Florencia, donde fue ejecutado. Los Pazzi —riquísimos banqueros como los Médicis y rivales de éstos— eran responsables de la muerte de Giuliano de Médicis, hermano del señor de Florencia, Lorenzo el Magnífico. Leonardo no solamente hizo el dibujo que mencionamos, sino varios otros estudios del ahorcado Bandini. Imaginemos a Leonardo llegar a la plaza, comprobar el color verdoso, la expresión resignada y solemne de ese rostro, que por un azar no quedó desfigurado, y sacar su cuaderno para ponerse a dibujarlo acercándose y alejándose alternativamente. Leonardo casi nunca dibujó al aire libre, del natural. La impresión que sintió esta vez debió de ser muy honda, como para hacer una excepción. Pero, no obstante, fue capaz de hacer una lista muy meticulosa de las ropas que llevaba el ajusticiado, como si se tratara de un simple objeto o de un hombre en situación corriente: «Gorro color castaño, casaca de satén negro, chaqueta negra forrada, jubón azul marino forrado en piel de zorro, con el cuello del jubón recamado en negro y rojo, medias negras…» El dibujo, en cambio, revela perfectamente que se fijó sobre todo en el rostro y la figura, en la dignidad del cadáver y su misteriosa fijeza. ¿Por qué tanta frialdad en el texto y tanta compasión en los dibujos?