XIV. La entrevista de Guayaquil

27/01/2011 4.962 Palabras

San Martín y Bolívar, a solas En el salón de honor, el Libertador presentó sus generales al Protector. Enseguida empezaron a desfilar las Corporaciones, que iban a saludar al ilustre huésped. Una diputación de matronas y señoritas se presentó a darle la bienvenida con una arenga que él contestó agradecido. Después, una joven, de diecisiete años, Carmen Garaicoa, de Guayas, que era la más radiante belleza de Guayaquil, se adelantó del grupo y ciñó la frente del Libertador del Sur con una corona de laurel de oro esmaltado. San Martín, quitándose con amabilidad la corona de la cabeza, dijo que no merecía aquella demostración a la que otros eran más acreedores que él; pero que conservaría el presente por el sentimiento patriótico que lo inspiraba, y por las manos que lo ofrecían, como recuerdo de uno de sus días más felices.

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