XIV. La Isla de los Bienvenidos (Wagner y Nietzsche)
FRIEDERICH Nietzsche conoció a Wagner en 1868. Es fácil imaginar el impacto que esta ardiente personalidad produjo en el ánimo de aquel pesimista pero inflamable joven de veinticuatro años. Habiéndose conmocionado de pies a cabeza al oír Los maestros cantores («una impresión como desde hacía tiempo no experimentaba», una «gigantesca orgía artística»), Nietzsche estaba preparado. Acudió a casa de la hermana de Wagner con un sentimiento reverencial muy intenso. Tras haber superado las más duras pruebas, Wagner se erguía firme y creador. La conversación giró en torno a Schopenhauer, a quien Wagner reconocía como su propio maestro y como el único filósofo que había penetrado en la esencia de la música. Con menos bastaba para dejar embobado el joven Nietzsche, que debió gozar a fondo cuando Wagner lanzó su rayo condenatorio contra los «lacayos» que habían osado burlarse de Schopenhauer. Certero conocedor de hombres, Wagner sabía lo que debía ocultar al joven...
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