NO está muy claro si había viajado en su vida anterior al exilio, excepto, y aun esto sin completa certidumbre, con motivo de sus estudios universitarios. Basándose en Boccaccio, según el cual había pasado «los montes que dividen Italia de las provincias de Galia y, como pudo, se fue a París, donde diose al estudio de la filosofía y la teología, y de las otras ciencias volvió a tomar lo que, por sus dificultades, Tiabía dejado», un biógrafo de comienzos de este siglo, Gauthiez, se imagina la ruta de Dante siguiendo los atisbos que éste mismo nos deja en su poema: los montes toscanos, los Alpes, costeando en dirección a Genova, hacia el lado de Francia, Arles, Lion, Borgoña, Cluny, Sena adelante, París; allí se aloja en Saint Jullian Le Pauvre, y lo más probable es que no se gradúe en la Rue du Fouarre (la universidad, según el nombre antiguo de la calle en que estaba antes del tiempo de Dante, quien, en la Divina Commedia, traduce así al italiano este nombre: il vico degli strami), sino que asista más bien como simple auditor y disputador, y es allí probablemente donde se atiborra de esa teología que hace a veces tan pedante a Beatriz.
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